La noche envuelve la belleza, la confunde, sirve la mesa de los placeres, pecados bañados de oscuridad, faros imposibles, estrellas lejanas. La noche se nos escapa de las manos, pero no como la arena, sino como la arena del mar oscuro, como el despertar en invierno de una siesta demasiado larga, como los párpados que cayendo invitan al placer... Dios líbrame de la oscuridad, llévame a la oscuridad. Pero entonces que hacer con todo lo demás que es no es belleza, que hacer con la luz del sol que derrite el rímel en las pestañas de la mujer equivocada.
Foto: Lucien Clergue
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