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18/8/12




Y los trenes nos subían y nos llevaban y nos bajaban, y caminábamos de una punta a otra de las ciudades tan tomados de las manos. Y las cervezas nos refrescaban cuando los bares nos sentaban en sus sillas para que nuestros cuerpos nos descansen. Y nos reíamos tanto de nosotros mismos que contagiábamos a todos, y todos se reían de ellos mismos y de nosotros  y de todos, y quizás eso era la felicidad o el comunismo…  eso pensaba yo.
Y me quedaba solo en la noche, y me daba cuenta de que lo único verdaderamente mío era la luz que se prendía y la ventana que se abría para que volaran las llaves del cielo, y tus labios finos en mis labios gruesos, y tanta desnudez que multiplicaban los días por dos y por tres y por cuatro, y nunca un te amo para que yo adivinara que me ibas a querer para siempre.  Y las canciones que dibujaron el camino que transitamos hasta ese final que ya sabíamos de antemano inalterable, un final de puertas abiertas y de dibujitos de aviones  en las servilletas a la hora del desayuno… y vos.
Y vos.

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