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26/8/12



De este lado sopla un vientito con olor a mar. El azahar me lo imagino, pero no es igual. Salí al balcón (tengo balcón) para ver si te llega un poco de mi olor que tanto decís extrañar, o quizás, con algo más de suerte, te llego todo yo, por qué no, volando hasta tu ventana  marrón. Hay pocos sonidos en mi madrugada (algunas voces lejanas que hablan en cualquier idioma, el ruido de las hojas de los árboles moviéndose, un auto que dobla en la esquina, tu nombre al borde de mis labios) y se puede pensar.  Pero pensar a veces no sirve de nada porque el entendimiento está ahí nomás, tan cerca, que mejor cerrar los ojos y dibujar en el aire con las manos tu cintura, así, vos sabes (y entendes) cómo.
Sé que tu jarana apenas comienza mientras yo me voy muriendo del sueño y el vientito se transforma en viento, y seguro que llueve. Va a llover sobre el mar y yo voy a intentar refugiarme en un libro que vos no me regalaste. La empresa va a resultar inútil porque a la segunda línea voy a quedarme dormido. Igual, de alguna forma, mi quedarme dormido va a ser con vos. Siempre con vos. Y no me pienso levantar temprano, aunque te escuche levantarte.
Esperame y hacemos picnic en la cama, va a decir la nota que voy a encontrar sobre mi pantalón, firmada con el rouge de de tus labios lejanos.

Foto: Gabriel Rigon

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