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20/1/10


Al vendedor de humo no le interesan las casualidades. No las alienta ni las condena, simplemente no las tiene en cuenta. Lo único que le importa es vender su humo.
Y ese instante de la noche parecía una feria de humo. Desde lejos yo intuía lo simple del hecho; la inoportuna coincidencia que a mí sí me interesaba. Pero no podía hacer nada. Claro que me hubiera gustado. Pero al vendedor de humo no le gustan los papelones, los tolera mínimamente si luego algo se quiebra en el cosmos. Pero era imposible que ese papelón alcanzara dimensiones tan universales. Así que no sucedió nada. Vos te escondiste detrás del humo mientras el viento te despeinaba como alguna vez yo también. Fue una triste coincidencia que solo nosotros notamos.
Sé que te morís por saber que sentí.
Sabes que me muero por saber que sentiste.

Deme una tonelada de humo para llevar, por favor.

1 comentario:

Verito dijo...

Yo quiero tambien una tonelada de humo,aunque creo y estoy segura que a diferencia de ti morire sin saber que carajo sintio la ultima vez que lo vi...que identificada me senti...tus letras son una metafora del ultimo fué...

Cariñs