BIOGRAFEMA

Algún diciembre de fusiles y conmemoradas alegrías mundiales, Tucumán me recibió antes de tiempo para asombro de mi catequista madre. “Es un milagro de la virgen”, dijo alguna monja que se encontraba en la iglesia cuando mi impaciencia por descubrir el mundo terminó asustando a todos. “Es poesía”, dije yo veinte años después.
Di mis primeros pasos siguiendo hormigas, atrapando sapos, coleccionado mariposas, catalogando el mundo. Antes de saber que un tal Neil Armstrong había dado un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad yo ya había viajado de la tierra a la luna, me había perdido en el fondo del océano, naufragué solo en una isla, busqué tesoros, jamás pude contra una ballena y viví mil y un historias en los labios de una princesa.
Pero todo cambio cuando conocí a un Principito que me habló del amor. Así conocí lo esencial y una mano divina me empujo a la poesía. Como no podía ser de otra manera la poesía me llevó al sueño. Descubrí entonces que la mejor manera de soñar era escribir, y escribí y leí: “la primera línea vaga/ vaga, sin cuerpo, pura/ tontería, / pura sabiduría/ del que no sabe nada”
Deambulé por el mundo buscando un camino pero en el medio me perdí en las estrellas y en un cuerpo de mujer: soñar es escribir y escribir es viajar. Tuve entonces que viajar y conocí personas maravillosas y descubrí historias increíbles. Un pico nevado, un atardecer naranja, una nube con la forma de tu cuerpo, una gota de mar, cada pedacito de tierra, cada centímetro de corazón me enseñaron a vivir sin más necesidades que las de cualquiera y siempre un lapicera y un papel.
Ahora estoy acá tratando de entender aunque sea algo, escribiendo para ocultar mi ignorancia y mi desesperación, tratando de adivinar, de dejar una línea, una palabra, una sílaba, una letra en la historia de los hombres.
Lo de-más, es lo de-menos.