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24/12/13



En la noche quieta
Se ha encendido el fuego
Algo aúlla en la niebla
Un fantasma
Un recuerdo

El rostro de la mujer amada
Atraviesa el olvido
Su calor nos acaricia
Se vuelve espejo de nuestro anhelo:
Un enmarañado pelo
Resulta ser la noche entera
Jugando con el viento
Que lo confunde…
Debajo, la plana frente
La triste profundidad de los ojos
Sus mismas lágrimas
La fiel nariz
El inequívoco lunar
Los labios ebrios de incumplidas promesas
La carne irrepetible que tanto nos deleitó

Algo más flota y arde:
Una remota fragancia
El café en la despedida
El otoño y su rubor
El color de la piel al amanecer
La dulce voz que nos llama
Hacia un camino de ida
La memoria de unas piernas blancas
Longitudes enormes que danzaron
Bellezas incomprensibles
Rituales de desnudez
A la hora del amor
La dulzura del tacto
El sabio recorrido de las manos
Contornos y curvas
La luz y un tesoro

En la noche quieta
El fuego mengua
Se distingue en el aullido
Uno
Dos
Cien nombres
Que olvidamos
Que no llegamos a conocer

 El tiempo no perdona
Otra herida se cierra
La sangre está limpia
La soledad intacta
Pero en la cicatriz
Se intuye lo infinito
Y el dolor innombrable
De nuestra finitud.


Foto. Martin Stranka

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