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22/4/10


8. INTERIOR. MADRUGADA.


Dadá lee lo último que subió Rodrigo al blog. Menea la cabeza negando. Va a la biblioteca y busca un libro que compró en Jujuy alguna vez. Está buscando algo en particular pero se queda con el epígrafe que está en la primera hoja del libro; un pequeño poema de San juan de la Cruz:


“En soledad vivía
Y en soledad ha puesto ya su nido,
Y en la soledad la guía,
A solas su querido,
También en soledad de amor herido.”


De todas formas no era esto lo que buscaba, pero da vuelta la hoja y lo encuentra. No puede evitar al leer la primera línea pensar en ella que le presento a Antonio Gala. Dadá escribe para que Rodrigo entienda:

"¿Quién es el dueño de una carta: el remitente, o el destinatario? Acaso el correo, en su trayecto al menos. ¿Quién es el dueño de la herida: el que la causa, o el que la padece? ¿No son caras los dos de una misma moneda? O quizá el dueño es el sentimiento que les clava su dardo. Quien ama, quien es amado y el amor: ese arquero que los llaga a ambos, ese puente levadizo en que se encuentran y se desencuentran... El dueño de la herida es el verdugo y es la víctima; es el idólatra y es su ídolo; pero, sobre todo, aquello que los vincula o los enfrenta, sea cual sea su nombre. Porque hay amores que no saben el suyo verdadero."

Foto: Katarina Sokolova

1 comentario:

Luckres dijo...

vos sos siempre el dueño de la herida… pero también de la felicidad.
beso.
L.