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23/7/07


¿SERÁ JUSTICIA?


–La vida es una mierda -dijo, y aspiró a fondo el faso, hasta quedarse sin aire.
-¿Una mierda?
Nacho trató de fijar sus ojos en los de Lucia pero sus pupilas desorbitaban.
-Sí. Una mierda.
-Pásame el faso y deja de hablar cagadas.
Nacho hizo otra seca y se lo pasó.
Lucia fumó con calma, disfrutando el instante. Los ojos cerrados le daban la certeza de que el mundo y ella podían reconciliarse. Cuando sintió llenarse sus pulmones de humo aguantó la respiración hasta que sus ojos dejaron escapar unas confundidas lágrimas. Tiró el humo lentamente y comenzó a reírse como loca. Como lo loca que se ponía cuando fumaba.
-¿De qué te reís? Pendeja.
-¿Vos qué podes saber de la vida?
Nacho resopló e intentó una explicación, pero Lucia lo interrumpió.
-Pobre lucho –dijo.
-Sí. Pero que pelotudo.
-Parece que el viejo lo manda a un internado.
-Se va Europa. A estudiar en no sé dónde. Bah, algo así me conto Juan.
-¿Y Juan como sabe?
Nacho subió los hombros sin decir nada
-¿Vos lo volviste a ver?
-¿A lucho?
-Sí boludo, a quien más.
-No. Lo llame un par de veces al celular. Daba el contestador siempre, y a la casa no me animo a llamar.
-Mi papá me contó que lo mandaban a un internado. Yo me hice la boluda, como que no me interesaba el tema, porque ya sabía como iba a seguir esa charla.
Nacho volvió a tratar de fijar sus ojos en los de lucia. Quería preguntarle cómo iba a seguir esa charla, pero no dijo nada.
Se quedaron en silencio, pensando en sus propias miserias, dispares y complementarias. Cada uno a su manera trataba de darle un sentido a la vida, a una vida que los dos adivinaban sin sentido y absurda, a una vida que los puso frente a frente por capricho, por diversión, como a veces también pone frente a frente dos autos que van en direcciones contrarias y a 120 kilómetros por hora, para que se hagan mierda, para que nada sea los mismo para nadie después del choque. Sin embargo, aunque siempre supieron que eran dos autos que iban a gran velocidad y en direcciones contrarias, alguna vez sintieron como un fuego sagrado la verdad de que el otro era el sentido de la vida propia.
De pronto Nacho volvió de donde sea que haya estado y le pidió el porro a Lucia.
Lucia quiso hacer otra seca, pero el faso se había apagado. Buscó en el colchón que vomitaba gomaespuma, arruinado de tanto sexo, de tanto amor, de tantas peleas y reconciliaciones, buscó en el piso lleno de papeles con poemas y cuentos inconclusos, con partituras de canciones imposibles, con medias, calzoncillos y camisetas sucias y agujereadas desde siempre, buscó y buscó, y al final, perdida en el universo Nacho ya ni sabía que buscaba.
-Tomá -dijo Nacho pasándole el encendedor, pero Lucia no reaccionaba.
-¡Eh!, Lu.
-¿Ah?
-Prende el faso... o mejor dame que lo prenda yo.
-Cuando vas a ordenar este desastre -dijo mientras se lo pasaba con el menor esfuerzo posible.
-¿Y para qué? –dijo Nacho, como quien dice y para qué, como quien dice una verdad, su verdad.
-¿Un internado te dijo tu papá?
Lucia no dijo nada.
-¿Es por el faso? –preguntó Nacho.
-Y... debe ser.
-Que mierda che.
-“See”. A vos te tendrían que mandar a un internado. Mira el desastre en el que vivís.
-Sí, lindo. A vos te gusta. Y a mí me gusta que te guste.
Nacho seguía fumando con ansias, con alguna prisa secreta e incomprensible. Se acercó a Lucia, le tomó la mano.
-Cómo pudo pasar que estas manos tan delicadas, estas manos en las que te pones cremas que cuestan lo que yo gasto en comer una semana, cómo pudo pasar…
Lucia pensaba lo mismo: cómo pudo pasar. Ella ya no lo amaba. Alguna vez lo amo por todo lo que ahora le irritaba hasta la piel: su soledad, su tristeza, su poesía, su desorden, su dulzura extrema, su destino errante, su pobreza en casi todos los sentidos de esa maldita palabra menos, quizás, en uno. Pero ni de eso estaba segura ahora.
Nacho se llevó la mano de Lucia a la boca.
-Para la moto -dijo Lucia seca y distante.
-¿Qué?
Lucia Pensó que era el momento de decir la verdad; su verdad, pero no encontraba las palabras.
-¿Tenes forro? -preguntó finalmente.
Nacho intuyo la derrota, y se maldijo por no tener un puto forro.
-Pásame el faso -dijo Lucia, para salir del tema o para dejar de pensar, o tal vez, empezar a pensar.
-Ya casi no queda.
-No importa. Pásalo que yo lo termino.
Nacho aspiro con bronca, tratando de no dejarle nada a Lucia. Pero antes de sentenciarla al vació de su mezquindad se arrepintió.
-Toma.
-Sabes que desde lo de la Fer si no me cuido no hago nada. Vos sos el boludo si no compras -dijo, ahora, con algo de pena.
-Sí, pero yo no soy como el boludo del Negro. Además sabes que ando sin un mango.
-En el baño de Rayuela hay forros. En el baño de Palpueblo hay forros. En el baño de casi todos los bares hay. O de última, anda a un hospital, que ahí también te los dan gratis.
Podría ser que Lucia tuviera razón, pero Nacho sabía que eso no era todo, que había algo más por lo que ella no quería garchar.
-¡La puta madre! -Gritó Lucia de repente, mientras tosía agitadamente tratando de expulsar la braza que se le atravesó en la garganta por aspirar con demasiada emoción la miserable tuquita.
-¡¿Qué pasa?!
-Pásame la cerveza –gritó sacudiendo las manos hacia arriba y hacia abajo.
Nacho comenzó a reírse, también como loco.
-Pásame el porrón estupido.
-No podes ser tan boluda -dijo mientras le pasaba la botella.
Lucia tomó con prisa, tratando de apagar el fuego en su interior, dejando escapar cerveza por los costados de sus labios carnosos, dulces, soñados, pensando en lo pobre del tipo que estaba a su lado y tratando de buscar aquello por lo que alguna vez lo amo.
-¡Boluda! Me mojas la cama.
Lucia se quedó mirándolo con los cachetes inflados por la cantidad de cerveza que tenia en la boca. Sin pensarlo demasiado escupió toda su bronca, escupió toda su desilusión, todo lo imperdonable que tenia dentro en la cara de Nacho.
-la concha de la lora.
Lucia empezó a reírse nuevamente. Nacho la miró y no pudo contener la risa.
-Sos boluda, ¿no? –dijo Nacho entre carcajadas.
Y otra vez fueron felices. A veces es tan simple ser feliz. A veces cualquier cosa; tragarse una braza, escupir cerveza en la cara de alguien, pero sobre todo drogarse se parecía tanto a la felicidad.
-O tal vez sea todo una mentira -dijo tratando de cortar la risa Nacho.
-Decidite. ¿Una mierda o una mentira?
-Una mentira de mierda –dijo nacho como quien descubre un tesoro. Bah, lo de la mierda depende de cada uno, pero una mentira seguro.
-Cada vez estas más… locooo!! –gritó Lucia.
-Es como si nada tuviera sentido. Cada uno desempeñando el papel que el director de este drama nos dio sin permitirnos elegir sin preguntarnos si nos gustaba el guión y después cada uno se llena de metas ideales dioses y se construye una moral y anda por el mundo predicando el bien y haciendo el mal con la esperanza de que exista el cielo y de que Dios nos guarde un lugar en el o tal vez tomar la salida señalada trabajar muchas horas comprarnos una vida común una casa linda un auto lindo unas lindas vacaciones una esposa inteligente hermosa profesional madre moderna gran ama de casa experta en todos los misterios de la cocina y de la cama que en sus sábados ociosos sentada en algún café haciendo gala de una falsa humildad que dejaría pasmado al mismísimo San Fransisco discutirá con sus porcelanosas amigas sobre cual de los maridos es más exitoso y cuáles de los hijos es más genial además de tener excelente salud por tanto Actimel y Danonino creativos mejores alumnos de algún colegio privado y una amante veinte años más joven y veinte veces más bella y puta que cualquiera de las mujeres con las que nos masturbábamos en nuestros sueños dispuesta a darnos el alma a cambio de nuestros billetes y todo el mundo orgulloso de nosotros ¡que ejemplo! empezar con tan poco pero esforzarnos y progresar y luego seguir y seguir progresando y así hasta el infinito y después el doble y ahora somos dueños de todo eso y un día cualquiera al despertarnos o mientras nos afeitamos para ir a trabajar descubrir que somos esclavos y no sabemos bien por qué ni de qué estan hechas las cadenas inalterables que nosotros solos nos pusimos y de pronto lloramos con sangre el destino seguro que todos nos piden hoy que elijamos y que si no estamos muy atentos vamos a elegir...
Ahí estaba lo que ella amaba. Mientras Nacho hablaba Lucia olvidó por un instante la conversación que había tenido hace unos días con su padre, la conversación que había empezado con “a Luis lo van a internar” y que ella había intentado evitar y no pudo y siguió con “vos podes tener lo que quieras, vos te mereces algo mejor que ese muerto de hambre. Además no vas a estar peleada toda la vida con tu Mamá por un vago como ese. Mira lo que le pasó a tu amiga Fernanda, y encima el hippie drogadicto amigo de tu novio que nadie sabe dónde está, y claro, lo que pasa es que se la vio fea, no le quedaba otra que empezar a trabajar, y los vagos como ese o como tu novio nunca trabajaron ni van a trabajar”. Y así siguió hasta que concluyó con: “esos que se dan de poetas son todos iguales, no me obligues a hacer lo que hizo el padre de Luis”.
-Prende otro faso -dijo Lucia interrumpiendo la exposición filosófica de Nacho y sus propios pensamientos.
Nacho sacó de abajo del colchón una caja de “Philips” aplastada y sin forma. Quedaban nada más que tres fasos de los diez que había armado con la bocha que compró el jueves. Eligio el más flaco porque quería guardarse los poderosos para cuando estuviera solo. Todavía pensando es si todo seria una mentira de mierda o no, lo prendió.
-¿Sabes que estaría grosso? -dijo Lucia.
-No.
Lucia dudó entre confesarse o no.
-Dame una seca.
-Para un cacho. Nacho pitó el cigarrillo y se lo pasó.
Lucia seguía fumando con calma y considerando todavía su posible confesión. La seca que hizo fue larga y profunda, y le dio una clarividencia nueva y verdadera. Ella sabia que Nacho no era igual a nadie. Pero sí se sentía culpable por Fer, porque ella fue quien le presento al Negro y su culpa recayó en Nacho, aunque él no supiera nada: ni de la conversación con su padre, ni de lo que ella sentía, ni de que era el nuevo culpable de la condición de Fernanda y que por eso ella ya no lo amaba. Alguien se lo tendría que decir algún día. Pero ese día no era hoy.
-Estaría bárbaro matar a alguien -dijo casi sin querer Lucia.
La terrible confesión de Lucia tuvo un efecto inesperado en Nacho que pensativo le indico que le pasara el cigarrillo con un ademán de la mano. Lucia hizo una nueva seca antes de pasárselo.
Nacho cerró los ojos y fumó mientras en su cabeza se confundían imágenes de duelos, de películas de cowboys, de muertos de pie, de vivos de rodillas, de vidas sin sentido, de novelas de Sartre, de filosofía pesimista, y en el medio de todo, como un barquito en la tempestad; las palabras de Lucia. Hizo una seca enorme, le pasó el faso a Lucia y se levantó sin decir nada, impulsado por algún instinto ancestral, por alguna impronta incomprensible. En la pieza del fondo debía estar todavía la pistola del abuelo con una o dos balas. Fue a buscarla y la encontró donde siempre estuvo esperando su momento de gloria. Se sorprendió al encontrar dentro de la misma caja de zapatos una caja de balas llena. Cargó la pistola y volvió escondiéndola detrás de su cuerpo, se sentó en el colchón arruinado. Sin preámbulos ni explicaciones le mostró la pistola a Lucia que inmediatamente le pasó el faso y agarró la pistola.
-La vida es... no, no. Mi vida es una mentira de mierda -dijo Nacho, buscando algún tipo de aprobación en Lucia.
Ella no lo escuchó.
-¿Esta cargada?
-¿Me amas?
-¿Ah?
-¿Si me amas?, pendeja.
Lucia sintió que la respuesta a esa pregunta era sí, pero detrás de su sentimiento resonaban como campanadas fúnebres las palabras de su padre, el llanto de Fer, la pobreza de Nacho, la pelea con su madre, la cadena perpetua de Lucho, el paradero incierto del Negro.
-Mi vida es una mierda y vos pensas que estaría bárbaro matar a alguien. Esas balas no están contra mí ni contra vos ni contra el sistema ni contra la desnutrición infantil no es por salvar a las ballenas ni por pintar con todos los colores del arco iris esta habitación gris y desordenada ni por llenar tu vida y la mía de poesía que apretaras el gatillo no es contra el pobre infeliz que robo ni siquiera contra el que mato no es a favor del otro pobre infeliz que fue robado ni siquiera a favor de la familia del muerto que dispararas no es porque vos una vez me amaste y ahora no queres hacerlo sin forro nada de eso es verdad no más verdad que cualquiera de esas balas todas esas razones son las caretas de nuestra única pena no es culpa de tus viejos ni de los míos menos aun de los que cortan las calles ni de las retenciones agropecuarias ni los falsos números del INDEC ni por el alcohol ni por esta hierba el destino y Dios ya estaban acá antes de que intentemos culpar a alguien antes de que busquemos una razón para nuestra existencia antes de que vos y yo nos encontremos como dos autos que van en direcciones contrarias a 120 kilómetros por hora y antes de que esa pistola este en tus manos lo peor que le puede pasar a un hombre es encontrar una excusa para sus miserias sécate las lágrimas y mirá más allá de ellas la vida siempre sigue no espera a nadie esa es la única razón y sinrazón principio y final de toda existencia de toda pena de toda alegría. ¡Que capo Cordera!“el tiempo no para” y no para para nadie ni para vos ni para mí y tampoco lo para que los viejos chotos se saquen las arrugas y se implanten pelo ni que las minitas pidan unas tetas enormes para sus 15 ni las acciones en alza de Microsoft ni los plazos fijos ni el dólar a 3.80 ni el comunismo ni la guerra y menos aun el pan de hoy y el hambre de mañana ni el circo para el pueblo ni el futbol para todos ni el miedo a perder el trabajo ni el juntar monedas para una birra el tiempo no para y la vida no espera a nadie ni a nada como no espera nada este segundo ni la respuesta que todavía no me diste.
Nacho sonrió. De pronto se sintió bien. Intuía el final de aquella historia. Fumó y le pasó el cigarrillo a Lucia.
Lucia aspiró la hierba sin dejar de mirar la pistola, sin dejar de sentir, sin dejar de oír las campanadas fúnebres:
-Sí te amo.

-Y el tiempo no para –cantó Nacho.
Lucia hizo la seca más alucinógena e importante de toda su vida. Cerró los ojos, apuntó a cualquier parte, y apretó el gatillo.

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